martes, 14 de julio de 2009

Vía cansada


Entre un pecho y la bala que lo busca

hay la misma distancia

que existe entre los dedos y el gatillo.

La muerte no se mide por pulgadas.


En la tarde, la niebla

tiene forma de adiós.

Ella está sola al lado de la vía.

Mira el tren que se aleja

cada vez más pequeño, cada vez más lejano

igual que una canción envejecida.

Puede extender la mano contra el sol del oeste.

En ese instante, el tren

le cabe entre dos dedos.

Entonces piensa: Este es el tamaño

exacto de mi vida.


Sin embargo, ya sabe

que las cosas que el tren arrastra lejos

no cabrán nunca más

entre su pecho y el último segundo

en que su corazón siga latiendo.


La vida es un asunto

que no puede medirse por pulgadas.


Es una tarde pálida. Ella sigue mirando,

inmóvil como el tiempo de los ejecutados.

Trata de calcular la lejanía

que existe entre ella misma

y sus mejores sueños.


La ilusión es un río

que no puede medirse con las manos.


En medio del andén, detenida en el tiempo,

una mujer aprende que marcharse

es una forma nueva de seguir estando

siempre en alguna parte.


Raquel Lanseros "La Acacia Roja"